CONFORMES Y SEGUROS

Todos conformes dice que se dice el cronista.
Se reunieron los ediles con los agentes del orden y seguro que estaremos más seguros. Pero si alguna inseguridad perdura seguro que será eliminada por los fríos ojos de las cámaras de vigilancia, que vienen marchando a paso redoblado para cuidar nuestras vidas y nuestros bienes.

Las simplificaciones responden en unos casos a comodidad (si hay bronca hay que llamar a los de las gorras y sacarse la foto), a estrechez visual e ideológica en otras.


Salvo algún aporte externo transitorio, el elenco del choreo es un equipo relativamente reducido y estable, que se va renovando a partir de las mismas fuentes.
No tenemos aquí bandas organizadas ni organizaciones mafiosas que armen bardos graves, solo los hijos de la inseguridad.
De la falta de seguridad en el acceso a los derechos más básicos, como la educación, trabajo y vivienda. Eso que sembraron las últimas tres décadas del siglo pasado y que, admitamos, vamos demasiado lento en revertir.

En nuestra región esa privación de derechos la sufre ostensiblemente al menos un cuarto de la población, mientras otro sector exhibe pornográfica ostentación.
Allí está la cantera que luego rebasa las penitenciarias, sus edades varían entre  14 y 22, pero todos tienen algo en común, vienen de hogares con pobrezas diversas.
Los pedidos de mano dura los tienen como objetivos y los estigmatizan, y con ello judicializan la pobreza y profundizan la violencia social.
Pero pensar y encargarse de eso es más complejo, claro, que una foto y ocho cámaras.