Mucho se habla ultimamente sobre la “Inteligencia Artificial” (IA), cuya irrupción impacta nuestro presente y nos desafía para el futuro inmediato. Ya tenemos certeza que incidirá en todos los aspectos personales, familiares, educativos, productivos, profesionales, sociales, ambientales, políticos.
Proponemos, en estas primeras anotaciones sobre el tema, tratar de definir, con las generalidades que un primer abordaje impone, de qué estamos hablando, cuando hablamos de IA.
Hasta donde hemos podido indagar, hay algun grado de acuerdo acerca de definirla como un tipo especial de tecnología de la información y comunicación, basada en la utilización de datos y algoritmos, capaz de generar aprendizaje y comportamiento considerado autónomo y/o inteligente, así como desarrollar tareas habitualmente consideradas humanas, centradas en la consecución de determinados objetivos, incluyendo diferentes ámbitos de aplicación, entre otros, la percepción, el razonamiento o la acción.
Se enuncian como asociados a la IA los algoritmos, datos, decisiones automatizadas, así como asistentes de voz y sistemas de reconocimiento facial, entre otros.
La caracterización precedente no implica la compresión de un fenómeno particular sino como multiplicidad, calidad por la cual deben contemplarse las IA como plurales, múltiples y diversas.
Porque las IA están constituidas como redes heterogéneas o ensambles tecnológicos, implicando articulación e integración con otras redes mediante procesos amplios en los cuales no solamente se verifica desarrollo de sistemas intangibles, sino apoyados en una realidad física, constituida a partir de recursos naturales, mano de obra, infraestructuras, servidores, procesadores, conductores, semiconductores, logística, entre otros.
A continuación de estos acuerdos, entramos en terrenos en debate y construcción, por ejemplo los que proponen en la reciente publicación “La inteligencia artificial no piensa (el cerebro tampoco) los argentinos Miguel Benasayag y Airel Pennisi (editorial Prometeo), en donde discurren sobre la diferencias entre la inteligencia orgánica y la artificial, y apartan la capacidad de pensar como una singularidad de lo vivo, que excede incluso al cerebro humano.
Pero esas cavilaciones, por ahora, nos exceden :)/