Julio Héctor OCANTOS

        Trenque Lauquen, 21 de marzo de 2012.
Señor Presidente del
Honorable Concejo Deliberante
Partido de Trenque Lauquen

De mi consideración:
    Tengo el agrado de dirigirme a Ud. con el fin de presentar una propuesta, solicitando su incorporación al Registro Permanente de Propuestas de Nominación de Calles, Barrios y Espacios Públicos creado en el ámbito de ese Concejo mediante el Capítulo II de la Ordenanza Nro. 3587/2010.
    Se postula en esta ocasión, en oportunidad de conmemorarse esta semana el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia el nombre de
Julio Héctor OCANTOS

Fundamentos de la propuesta.
Julio Héctor OCANTOS fue un vecino de Trenque Lauquen que puede ser destacado como ejemplo de persona fiel a sus principios e indoblegable en sus convicciones políticas.
Afiliado desde muy joven al Partido Comunista "hasta que la muerte nos separe", como solía decir y cumplió sin dudas.
 Hijo de un sastre, vivió en la esquina Sur de Belgrano y Mitre.
A los 18 años se incorpora como empleado del ferrocarril, y enseguida se vuelca a la actividad gremial. Siendo guarda, le ofrecen un ascenso a inspector que rechaza, porque decía que esa era una tarea represiva e iba contra de lo que quería para sus compañeros.
 Llegó a ser secretario general de la seccional local de la Unión Ferroviaria, pero eso no lo convirtió en un burócrata sino que acentuó su activismo, liderando reclamos, paros y huelgas como la de 42 días contra el Plan Larkin del gobierno de Frondizi.
Lo echaron dos veces - una durante 4 años y en otra 8 - pero en sendas ocasiones fue reincorporado en períodos democráticos.
Fuera del ferrocarril se ganó la vida vendiendo libros, rifas o haciendo cobranzas de recibos de instituciones y clubes.
Tuvo muchos allanamientos en su casa, en los que le destrozaron o robaron todos sus bienes personales, desde recuerdos familiares hasta lo que más lamentaba: las obras completas de Lenin.
Como si fuera poco, durante la última dictadura militar lo secuestraron para golpearlo y torturarlo con la picana, para dejarlo casi irreconocible atado con alambres cerca de la ruta 33 en Pigüé. Estuvo dos meses internado en un hospital de Bahía Blanca y después en Trenque Lauquen, pero nunca se pudo recuperar de las secuelas que le quedaron.
En sus últimos años, casi no se podía movilizar, siempre ayudado por un bastón. Al final, terminó postrado en una cama. El lo graficaba con pocas pero precisas palabras: "Me hicieron bolsa", aunque no se quejaba. Decía: "Aquí hay gente desaparecida, y yo estoy vivo".
Nunca quiso pedir la indemnización que le correspondía por ley.
Vivía en la pobreza y las penurias de las enfermedades que le había dejado la paliza, y ese dinero era una tentación, pero no para él, que repetía: "con los ideales no se trafica, mi conciencia no tiene precio".
En una de las humildes paredes de su casa había colgado un cuadrito con una frase del asesinado presidente chileno Salvador Allende: "Más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor".
Fuentes: Relatos del vecino Hernán Sotullo y archivos periodísticos.
                                           
    Sin otro particular, saludo a Ud. atentamente.
                                 Julio César COLLADO